HACIA LA CONFERENCIA SINDICAL DEL PARTIDO OBRERO
14 DE NOVIEMBRE, Fac. Cs. Sociales -sede Ramos-

El próximo 14 de noviembre en la Facultad de Ciencias Sociales -sede de Ramos Mejía-, tendrá lugar una conferencia sindical convocada por el Partido Obrero, en la que participarán delegados e invitados de todas las provincias y de todas las concentraciones industriales de Argentina. En sus objetivos figura encarar las campañas que reclama la situación actual de la crisis capitalista y de las luchas, pero su objetivo de fondo es desarrollar una discusión sobre la estrategia de los luchadores sindicales.

lunes, 30 de marzo de 2009

EL DENGUE LOS RETRATA

Hace un par de semanas advertimos, desde estas páginas, que el dengue causaría más daño, en Tartagal, que los deslizamientos de tierras.

Ahora se ha convertido en epidemia en el Chaco.

Dos provincias gobernadas por los K -y por los más ‘jóvenes' de ellos, o sea por los más arribistas.

Pero también dos provincias sojeras, donde el avance de la frontera del cultivo ha llegado más lejos, junto a Santiago y Formosa.

Dos provincias donde la deforestación para sojizar ha sido implacable, así como el uso de productos tóxicos en la actividad agraria.

Dos provincias donde la pobreza ha crecido en forma paralela a la sojización.

El mecenazgo ‘cultural' de Capitanich ya no será suficiente para encubrir el carácter depredador de la gestión de los recursos humanos.

La reaparición del dengue desmiente para siempre la identificación del oficialismo con la "redistribución de los ingresos" o la pretensión de que en el interior se manifiesta la calidad de la gestión de gobierno que las grandes ciudades le niegan a los K.

En las vísperas de la convalidación del adelantamiento de las elecciones por parte del Senado, el estallido del dengue en el Chaco debe ser una bandera para condenar al oficialismo patronal y a la oposición patronal con igual fuerza.

Traza una delimitación objetiva para los trabajadores: la necesidad de luchar contra el capitalismo, la necesidad de una reapropiación humana de la naturaleza y de la vida, o sea de la sociedad.

Por eso llamamos a formar una coalición anticapitalista de lucha - una coalición de combate al capital.

Es el horizonte que trazamos para todos los movimientos que emergen en la clase obrera, en la juventud, en las organizaciones de la mujer y en los barrios, en oposición a la burocracia sindical al servicio de los patrones y del Estado, y en oposición a los que, para defender al capitalismo, fabrican la miseria social al por mayor.

No queremos Coaliciones Cívicas ni Transversales sino de clase; una Coalición para la lucha, una unidad para la acción.

Obama ya conversa con los Kirchner

Clarín del miércoles cuenta una infidencia: la que le transmitió Alberto Fernández, el ex jefe de Gabinete, de sus conversaciones ("a solas") con el secretario de Obama, Tom Shannon. En síntesis, que el gobierno de Obama "opina que cualquier inestabilidad en la región sería altamente perjudicial en medio de la crisis global". El norteamericano "no hizo alusión a ningún problema específico... pero fue obvio -deduce Clarín-, que le inquieta el pleito con el campo y el clima general de confrontación e intolerancia entre el gobierno y la oposición". Lo que resulta más obvio todavía, pero esto no es el tema del relato de Clarín, es que la misma advertencia le hizo llegar la Embajada norteamericana a la oposición.
Es claro que los yanquis saben perfectamente bien que en Argentina se desarrolla una crisis política imparable y por eso le reclaman al gobierno que se acomode a su desenlace, o sea que contemple un acuerdo con la oposición. Es claro que condiciona a ese arreglo cualquier socorro financiero que tenga que venir del Norte o del FMI. Reclama -también según la infidencia que recogió Clarín-, que Argentina esté "‘más' alineada con Brasil, Chile y Uruguay y ‘no tan' ligada a la Venezuela de Hugo Chávez". Los norteamericanos, en realidad, están preocupados por ellos mismos, porque un derrape financiero y político de Argentina afectaría al sur de América Latina y acentuaría aun más el desequilibrio económico internacional. En la crisis del '30, las devaluaciones latinoamericanas fueron el golpe final que instauró la depresión internacional.

Crece la fuga de capitales

El adelantamiento de las elecciones, sin embargo, no presagia el comienzo de un apaciguamiento político. El Episcopado acaba de mentar a ‘la inseguridad' y ‘el conflicto con el campo' como amenazas a la "paz social". Sin embargo, las tendencias a un arreglo trabajan por debajo de la superficie. De un lado, el gobierno está apresurando la devaluación del peso en las vísperas de la comercialización de la cosecha de soja. El ‘campo' corre el riesgo de que la comercialización de la cosecha frene la devaluación de la moneda y, para evitarlo, la patronal media y pequeña deberían proceder a un gigantesco acaparamiento del grano, para lo cual no reúnen condiciones financieras. Del otro, Macri y de Narváez acaban de darle el codazo a la CC y a la UCR, con el apartamiento de Solá de la cabeza de la lista del PJ disidente en la provincia de Buenos Aires y con la decisión, que parece ya tomada, de que Michetti confronte con Carrió en la Capital. A tres bandas, la elección de finales de junio ayudaría a disimular el retroceso o la derrota del gobierno. Pero todo esto está muy lejos de ser una estrategia, porque sus posibilidades de prosperar están condicionadas a peripecias fuera de su control, a saber: una bancarrota mundial que es cada vez más virulenta. Una ‘victoria' oficial contra el lock-out agrario no se transformaría en una ‘redistribución progresiva del ingreso' sino en un reforzamiento de la concentración de los capitales que operan en el campo. Los K insisten en que el mundo advierte la necesidad de volver al activismo estatal, pero a ellos ni se les ocurre nacionalizar a los pulpos comercializadores de cereales para absorber la renta del comercio exterior y formar un fondo de capital que solvente una transformación social en el campo.

Precisamente en este punto, la información bancaria dice que ha vuelto a crecer la fuga de capitales, a razón de casi 1.500 millones de dólares al mes, y que el Banco Central disimula la pérdida de reservas mediante préstamos temporales que recibe del Banco de Basilea. Peor aún, el gobierno tiene empantanado un canje de bonos para postergar el pago de la deuda externa, lo cual podría reabrir la posibilidad de un ‘defol'.

El fin de la restauración pseudo-cesarista

Después de la debacle de 2001, la burguesía se empeñó en restaurar la autoridad del Estado, que en el caso de Kirchner tomó la forma de un gobierno semi-personal, con el apoyo de la burocracia sindical, del aparato mafioso del peronismo bonaerense y la progresía criolla; aunque obligado a transar, en circunstancias de crisis, con el parlamento o las provincias. Es claro que esa tentativa restauracionista se encuentra ahora en entredicho: el país tiene el espacio público copado por las movilizaciones de todas las clases sociales - en mayor medida aún que en las vísperas del Argentinazo de 2001- , y el gobierno es hoy rehén de los intendentes del conurbano. Además, es francamente minoritario y ha adelantado las elecciones como una suerte de plebiscito que debería decidir la continuidad de su gestión. Los K adjudican, sin embargo, una tentativa de restauración a sus opositores de la derecha, sin reparar en que crecieron a su sombra, en especial los sojeros, y que en lugar de enfrentarlos con una movilización popular, los potencia al recurrir a la polarización. Pero cualquier tentativa de querer volver a Menem es un despropósito; la oposición patronal está obligada a seguir, corregida, la senda abierta por el kirchnerismo.

La declinación imparable del kirchnerismo no es, como sugieren sus propagandistas, el resultado de una conspiración. Es, simplemente, objetiva, o sea la más eficaz de las conspiraciones. La burguesía argentina y los pequeños burgueses que ofician como sus representantes no tienen el horizonte histórico ni los recursos materiales y políticos para una política de transformación - que la bancarrota mundial hace más acuciante. Esto se ve con toda claridad en su incapacidad para satisfacer los reclamos de los maestros y resignarse, en cambio, a una enorme huelga docente en coincidencia con los cortes de ruta chacro-sojeros. La burocracia de Ctera no tiene más remedio que seguir adelante, siempre a tropiezos, porque teme perder las elecciones de Suteba previstas para mayo. Un Suteba en manos combativas y clasistas es para los K una pesadilla que sobrepasa cualquiera que pudiera provocar la Mesa de Enlace.

En el escenario de la disgregación del gobierno, la oposición patronal lleva de lejos la delantera a la oposición que se referencia en la clase obrera. Es necesario aprovechar la crisis social y política para superar esta situación. Los plumíferos del oficialismo le reclaman a la izquierda un ‘apoyo crítico' contra la derecha, o sea que no tenga una posición independiente, pero en ese caso tendría el terreno libre para hacer lo que ha hecho hasta ahora y lo que hicieron otros antes de él: acabar pactando con la derecha para destruir otra vez el surgimiento de una clase obrera políticamente poderosa.

Jorge Altamira

viernes, 13 de marzo de 2009

¿A QUIÉN SIRVE EL CONGRESO?

Cuando decenas de miles de trabajadores están perdiendo el empleo, o sufren suspensiones y reducciones de trabajo y de salarios, el Congreso está empeñado en lograr una sesión especial para eliminar las retenciones a la soja.

Es cierto que el precio del poroto ha caído, pero incluso así es alto en términos históricos.

Los obreros rurales, mientras tanto, siguen siendo los peor explotados del país, en negro, y sus hijos los más pobres de Argentina.

Pero el Congreso no está buscando organizar una sesión especial para atender al trabajador rural, sino al capitalista agrario.

No para prohibir los despidos, sino para llevar al país a una devaluación ruinosa.

La rebaja de las retenciones a la soja tampoco le va a dar una solución duradera al chacarero, sea pequeño o mediano, porque el negocio agrario está manejado por pulpos financieros que esquilman a los que se encuentran en la parte inferior de la escalera.

¿Por qué no se movilizan, entonces, por la nacionalización de los monopolios del comercio exterior, que se quedan con la mayor parte del excedente, o de los bancos, que les cobran tasas usureras, o de los de los agroquímicos, que se abusan con el precio de sus productos?
Porque en ese caso tendrían que aliarse con los trabajadores.

Creen que aliados a los terratenientes y fideicomisos agrarios les quedará una parte de las retenciones, si se eliminan.

Se equivocan; la crisis mundial se los llevará puestos, y sus tierras o maquinarias terminarán en las manos de los grandes grupos económicos.

Ningún trabajador puede secundar esta causa que va contra la clase obrera y que está condenada al fracaso.

¿Y los K?

Para neutralizar al Congreso que se ha ido convirtiendo en opositor, quiere reunir un Consejo Económico y Social bajo la batuta de la Unión Industrial y de la burocracia sindical, que vienen pidiendo a gritos la mega-devaluación de la moneda y se han puesto de acuerdo para liquidar sin fecha las paritarias.

Del Congreso guate-mala, al kirchnerismo guate-peor.

Denunciamos por igual al Congreso y al gobierno; a la patria sojera de la oposición y a la patria contratista del oficialismo.

La cuestión central es defender el trabajo contra el capital -sea industrial, comercial, agrario o financiero.

Que se prohíban los despidos y suspensiones.

Que se repartan las horas de trabajo disponibles sin afectar el salario.

Por la nacionalización de la banca, de la gran industria, del capital terrateniente y de los pulpos exportadores para posibilitar un plan de reactivación y de reconstrucción económica al servicio de los que viven de su trabajo.

La (in)utilidad del Congreso


Aunque pueda sonar ‘amargo', la noticia de la semana no fue la renuncia de Riquelme a la selección nacional, sino las declaraciones de Montoya, el recaudador bonaerense, a principios de semana al diario Crítica. Cuando el periodista le pregunta si "ya notan la crisis en la recaudación", el sabueso le contesta: "Sí, mucho. En realidad, nosotros ya venimos notando esto hace tiempo y por eso estuvimos alertas, a diferencia de lo que se decía... de que esto no nos iba a golpear tanto". Más adelante completa: "Yo diría que la actividad económica en general debe haber caído alrededor de un 10% en enero y febrero". Montoya no sólo ilustra una crisis industrial en toda la línea, sino que no repara en denunciar al gobierno al cual sirve por su completa miopía frente a la crisis mundial. Los datos que ofrecen las cámaras empresarias y los institutos de estadísticas coinciden en que el derrumbe de la producción en las industrias principales alcanza a porcentajes espectaculares -del orden del 60 al 80 por ciento.

Las declaraciones de Montoya importan, por sobre todo, porque desmienten a la cofradía de charlatanes que ha venido asegurando que, en 2009, Argentina estaría protegida contra una cesación de pagos, como si el ‘defol' fuera un asunto contable y no la consecuencia del derrumbe económico. No importan los recursos que haya acumulado el gobierno si, por un lado, la recaudación fiscal se derrumba y, por el otro, la salida de capitales, liquida la posición financiera. Por más ‘liquidez' que se le atribuya a los bancos, nunca superará la salida de depósitos en una ‘corrida'.

Sin embargo, ni el gobierno ni la oposición parlamentaria ofrecen una salida, ni siquiera lo intentan. El propio Montoya, cuyo destino político parece emigrar de las filas de Scioli a las de Solá, tampoco es capaz de ofrecer una. A requisito del periodista, balbucea un improbable torniquete contra la evasión fiscal -la promesa más violada en Argentina y el mundo entero. El gobierno está saqueando las arcas de la Anses para financiar el rescate de pulpos capitalistas que ya han decidido anular cualquier tipo de inversiones, y que seguramente utilizarán la mayor parte del dinero oficial para fugar capitales al exterior. O aplica un tarifazo descomunal que sólo puede derivar en un aumento de la caja de las empresas de servicios y en una salida de capitales vía el pago de su deuda privada. Ámbito ha venido informando de una salida de mil millones de dólares al mes en enero-febrero, mientras el Cronista destaca alegremente que "ganan peso en el mercado local los instrumentos para fugar capitales".

La idea fija del kirchnerismo es que si evita la cesación de pagos llega a octubre y salva la ropa. Por eso nacionalizó las AFJP y ahora se dedica a canjear bonos de la deuda a vencer por otros a plazos mayores. Estos canjes representan un enorme negociado para los capitales financieros; por un lado porque se rescatan títulos desvalorizados a precios superiores y, por el otro, porque se ofrecen tasas de interés superiores a los bonos que están en vigencia. Ante los rumores del canje, los bonos han comenzado a subir con fuerza e incluso su compra fue recomendada por los principales fondos internacionales (en medio de la crisis financiera). Los K quieren huir de la crisis acentuando el endeudamiento del Estado y la hipoteca nacional. Lo que pretende proteger a Argentina de una cesación de pagos, golpea el proceso industrial porque eleva aún más la carga financiera sobre la producción, y golpea la capacidad fiscal del Estado porque afecta a la recaudación. La cesación de pagos que se pretende superar con los canjes usureros reaparece a través del derrumbe impositivo.

¿Y la oposición patronal? Esta oposición se divierte en el Congreso jugando a la audiencia pública o a la sesión especial que derogaría las retenciones a la soja, cuando en realidad está simplemente conspirando a favor de una corrida bancaria y cambiaria. El llamado peronismo disidente ya ha advertido que una reducción significativa de las retenciones provocaría una crisis fiscal, por lo cual se supone que aportará a la sesión oficial solamente para mostrar que el oficialismo ha perdido el Congreso, pero no para votar la propuesta. El ‘disidente' Javier González Fraga (ex Citibank y ex K) propone que los sojeros reciban de vuelta las retenciones en bonos del Estado -lo cual ya sido rechazado sin miramientos por los eventuales beneficiarios. El frente sojero quiere resolver sus intereses a través del Congreso, pero a la luz de estas divisiones si va por lana saldrá esquilado.

La actividad sojera es esencialmente un proceso financiero, o sea que está financiado desde el inicio al cierre por capitales dedicados a la especulación con las materias primas. Los exportadores, acopiadores y bancos se financian, a su vez, en el mercado internacional, y lo mismo ocurre con los proveedores de insumos, que financian al sojero y refinancian ese préstamo en el exterior. El derrumbe del campo es por eso, antes que nada, la consecuencia del desplome financiero mundial; la propia caída de los precios internacionales ha obedecido, más que a una caída de la demanda mundial, a una especulación a la baja en los mercados de materias primas. La crisis agraria no tiene salida con la eliminación de las retenciones, simplemente porque no alcanza para pagar deudas y volver a financiar el proceso productivo, en especial para el capital chacarero, que es el más dependiente financieramente. Como se plantea para el conjunto del país, el agro tiene que ser reorganizado sobre nuevas bases sociales. Los llamados chacareros harán el aprendizaje de esta realidad a su propio costo - claro que antes pretenden hacérselo pagar al conjunto de los obreros del país, con una devaluación, y a los trabajadores rurales.

Un capítulo especial son los manejes de Lozano y De Gennaro con Buzzi, o sea con la Mesa de Enlace. Lozano vuelve a repetir su planteo a favor de la "segmentación impositiva", incluidas las retenciones, en beneficio del ‘pequeño productor', mientras su aliado de la Federación Agraria empuja el corte de rutas para liquidarlas del todo con sus aliados de la Mesa de Enlace. De otra parte hay que decir que no es cierto que la ‘segmentación' es "encuadrable (sic) en una perspectiva popular" (Lozano, diario Crítica, 1/3), pues incluso Techint ha pedido un tratamiento impositivo especial para las pymes, con el conocimiento de que se quedará con los beneficios que se les den, a través de los contratos de precios que firman con la gran industria. Ahora que la UIA está reclamando la generalización de los subsidios del Estado para el pago de los salarios de los trabajadores que sean suspendidos por las patronales, quizá se le ocurra a Moyano la segmentación del aporte entre la industria grande y la menor. La salida a esta crisis, caro Lozano, no se encuentra dentro del capitalismo sino fuera.

Chau paritarias

Es una fantasía la afirmación de que las paritarias han sido suspendidas hasta junio: a la luz de la profundización de la crisis, no volverán a reunirse más. La burocracia sindical ha liquidado, en un abrir y cerrar de ojos, una de las principales conquistas del movimiento obrero después de 2001, aunque los trabajadores reales y concretos nunca hayan podido participar de las paritarias por el veto de la burocracia sindical. La cuestión es muy simple: si no es el momento de discutir salarios porque hay que salvar empleos, a partir de junio ya no habrá siquiera empleos para salvar.

La importancia de los convenios colectivos y de las paritarias es mayor en el comienzo de una crisis industrial que en un período de prosperidad, precisamente porque es un foro para discutir la defensa del trabajo y para oponer a los planteos de cesantías, suspensiones y reducciones de salarios de las patronales un plan de reorganización de la industria en función de la preservación de los empleos. Claro que semejante debate no puede prosperar, en última instancia, tomando a cada actividad por separado. Los sindicatos deberían concertarse para hacer un planteo común; pero es precisamente lo que ha hecho la CGT ahora, aunque al revés: se ha concertado para suspender sin fecha las paritarias.

La burocracia sindical cree que con esta política se preserva a sí misma, pero esto tampoco es seguro. Con el gobierno K debilitado, no puede seguir metiendo la mano en las distintas cajas del Estado como ocurría hasta ahora. Ya hay una pelea en curso con Graciela Ocaña por las obras sociales y el sistema de salud, y otra con Tomada por el fallo de la Corte que habilita la elección de delegados sindicales con independencia del sindicato oficial. Al final, Moyano and co. acabarán buscando refugio con el peronismo ‘disidente' u otra yerba parecida, como en 2001/2 lo hizo con Rodríguez Saá.

Acumulando bosta

La tropa K viene insistiendo para que su jefe encabece la lista bonaerense en octubre, que debería incluir a casi todo el gabinete. El problema es que semejante ómnibus podría ser interpretado por la opinión pública como un abandono anticipado del gobierno más que como un intento de recuperarlo por medio de una elección popular. Para el caso, K tendrá que colectar toda la bosta acumulada en las intendencias del conurbano para que, según predica el filósofo D'Elía, pueda amasar un ladrillo. Las encuestas para el oficialismo se encogen cada vez más, y para octubre podrían haberse esfumado. Es que el destino político del gobierno no depende de la alquimia electoral sino de la (in)capacidad para domar la crisis mundial. Lo mismo vale para la oposición patronal, aunque bajo formas diferentes, pues la crisis puede dar por el traste con los distintos frentes que está tejiendo.

El Congreso, por su lado, quiere erigirse en el árbitro nacional de la crisis y de la salida a los enfrentamientos que ella provoca. Pero esta parlamentarización pone en evidencia la disgregación del régimen político en vigencia, para nada la emergencia de uno nuevo. El Congreso no atiende ni pretende atender un solo problema popular; está enteramente focalizado en servir de vocero a los sojeros. Para neutralizar esta operación, el gobierno quiere armar un Consejo Económico y Social, dominado por la patronal y la burocracia sindical devaluacionista, que además se han puesto de acuerdo para liquidar las paritarias; o sea que mete al zorro en el gallinero. Ni el Congreso ni el nonato Consejo tienen en la agenda una salida de conjunto, de protección para los trabajadores y de los que se encuentran sin empleo. Ambos, el Congreso y el Consejo, son instituciones patronales hasta sus médulas. Por eso fracasarán en el empeño de convertirse en árbitros (mucho antes el Consejo que el Congreso). La denuncia de la función patronal y anti-obrera del Congreso y la previsión de su fracaso deben ser toda una tarea de propaganda y de agitación especial y empecinada por parte de los socialistas y de los revolucionarios. La oposición patronal amasa con bosta aún más que el oficialismo, como lo demuestran las cooptaciones recíprocas de ex funcionarios de De la Rúa y Cavallo y de ex funcionarios de Menem, Duhalde y Kirchner (los Carrió, Morales, Bullrich, Solá, De Narváez).

No cabe duda que la crisis capitalista ha dejado de ser un fenómeno económico y que se despliega en crisis políticas mayores en diferentes países, incluso en movilizaciones populares. Nuestra obligación es militar para que la clase obrera encuentre el camino para oponerse a la tentativa de descargar la crisis del capital sobre sus espaldas y a defender sus conquistas, para lograr, por medio de esta lucha, que emerja como el sujeto político alternativo al Estado capitalista.

Jorge Altamira

lunes, 9 de marzo de 2009

HAY QUE NACIONALIZAR LA GRAN INDUSTRIA

En todo el mundo, los trabajadores están pagando la crisis capitalista con un alto precio de despidos y pérdidas de empleo, de salarios y vivienda.

Dos millones de despidos hubo en Estados Unidos entre diciembre y febrero; en Brasil, 600 mil en enero; en Italia, también 600 mil pasaron al seguro al parado desde principios de año; en España la tasa de desocupación (oficial) llegó a un catastrófico 16 por ciento.

Los gobiernos capitalistas se esfuerzan por rescatar a banqueros y a industriales, al costo de billones de dólares de dinero fiscal, pero los trabajadores son cubiertos por el seguro de empleo apenas durante algunas semanas.

En nuestro país, los despidos están diezmando a los trabajadores con contratos precarios o en negro y las suspensiones y las reducciones de jornada laboral y salarios a los efectivos.

Sin embargo, la industria automotriz de Córdoba ya ha dicho que deberá prescindir de la mitad de su personal, lo que tendría un efecto devastador en la industria de autopartes, donde diez mil metalúrgicos perderán el empleo en las próximas semanas.

Lo mismo ha anunciado la industria petrolera, obligando a los obreros de las constructoras de sus yacimientos a cortar las rutas en el norte y en el sur.

Curtidores y frigoríficos, dos industrias que manufacturan materia prima típicamente nacional, están a la cabeza en los despidos.

Los planes oficiales para comprar autos, bicicletas, heladeras o computadoras no han resuelto nada; solamente han servido para beneficiar a algunas concesionarias y bancos intermediarios.

La CGT no ha encontrado mejor salida que autorizar la postergación de las paritarias, ‘comprando' de este modo el argumento ‘neo-liberal' de que los aumentos de salarios agravan el desempleo.

La clase capitalista -fundamentalmente la gran industria-, los terratenientes y los banqueros, tiene una responsabilidad fundamental en el estallido del desempleo masivo, porque de ella depende la inversión y la contratación de la fuerza de trabajo.

Si la organización social que le permite al capitalista enriquecerse a costa de los trabajadores no es capaz de operar en forma normal, significa que se ha agotado.

Si el capitalista no es capaz de enderezar a la sociedad que usufructúa, quiere decir que no tiene las condiciones mínimas para reclamar un status dirigente.

Los trabajadores no pueden aceptar esta paralización, porque les va su vida y las de sus familias.

Lo mismo ocurre con los trabajadores independientes o con los pequeños productores.
El despido masivo significa también el abandono y el desgaste del activo industrial y productivo que fuera construido por medio de la explotación prolongada de millones de trabajadores.

Hay una salida: para defender el trabajo y la industria, el poder público debe proceder a su nacionalización, así como a la nacionalización de los bancos y del gran capital agrario y comercial.

No para rescatar ni compensar a los grandes capitalistas, sino para poner en marcha una serie integral de medidas reactivadoras que movilice todo el proceso productivo.

¿O el país tiene, acaso, sus necesidades completamente satisfechas?

El capital cierra las puertas de las fábricas cuando las necesidades y las carencias son mayores que nunca, desde las elementales como la alimentación, la vivienda y la salud, hasta las estratégicas y productivas, como la reorganización ferroviaria, la industrialización del campo y la informatización de la industria, el desarrollo de la infraestructura física o de la energía, o la exploración petrolera.

En oposición al despilfarro de la plata de la Anses para socorrer a negocios capitalistas que no tienen futuro con la crisis; en lugar de nacionalizaciones truchas para rescatar el capital de los accionistas y pagar las deudas de empresas y bancos vaciados; en oposición, en definitiva, al salvataje sin salvación del capital, reivindiquemos la nacionalización, sin compensación, de la gran industria, la banca, el capital terrateniente y los monopolios comerciales y de servicios para reorganizar al país sobre nuevas bases sociales, o sea bajo la dirección de los trabajadores.

Esperando la cosecha

En la primera reunión con la Mesa de Enlace, la patria sojera se llevó unos 1.300 millones de pesos anuales en concesiones; en la del martes pasado, con la irrupción de la Presidenta, otros 500 millones de pesos. Para dos martes no está nada mal, en especial cuando se tiene en cuenta que para los trabajadores no hay otra cosa que suspensiones, despidos y rebajas salariales.

Lo de la soja dicen que no se tocó, en todo caso en forma oficial. Pero con seis u ocho millones de toneladas retenidos desde la cosecha pasada, la crisis en torno a las retenciones para la soja no puede durar mucho más. Los sojeros quieren vender y cobrar, y el gobierno necesita recaudar los impuestos. Al final, los bravucones K han terminado negociando bajo extorsión.

Algún lector podría pensar que la extorsión fue al revés, porque durante el fin de semana se meneó la instalación de una suerte de Junta Nacional de Granos que compraría las cosechas y luego las vendería en los mercados interno e internacional. Los K estaban extorsionando a los sojeros para que vendieran la mercadería retenida, decían los diarios sojeros del domingo. Página/12, con la incorregible tendencia de los progresistas a festejar por anticipado, anunciaba el retorno a los días de gloria del General y el mazazo contundente a la tentativa de la Restauración Conservadora. Los sojeros dispararon con una solicitada de retruque, que incluso firmaron los ‘chacareros' de la Federación Agraria, que toda la vida han pedido una Junta. El diputado Lozano declaró por anticipado que si el proyecto no tenía trampas, él apoyaba con todo.

Pero la lectura, de entrada, debió haber sido distinta; a saber, que el gobierno estaba dispuesto a terminar para siempre con el sistema de retenciones, ya que no tiene sentido que se paguen a una Junta estatal. En efecto, el martes de la Presidenta se bajaron las retenciones para la exportación de leche en polvo. Por otro lado, como los precios internacionales están en baja, la Junta no podría operar pagando por debajo del mercado internacional, sino por arriba. Fue precisamente con este método de subsidio (no de retenciones) que el famoso Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (Iapi) dejó una deuda impagable al Banco Central, que contrajo entre 1949 y 1955. Si se mira la página agraria de los diarios se verá que los exportadores están pagando por encima del precio de mercado a los ‘productores', con la finalidad de que les vendan lo retenido y las fábricas no esperen ociosas a la próxima cosecha. Dicho de otro modo: con el asunto de la Junta, el gobierno decía que estaba dispuesto a cobrar menos retenciones o a pagar más por la soja.

Naturalmente, los sojeros y las Bolsas de cereales a término no podían agradecer el regalo -tenían que rechazarlo. Ocurre que el gobierno sin las retenciones está quebrado; o sea que prometía pagar con un dinero que no tiene. El tufillo a maniobra o a incoherencia tapaba los otros olores del campo. Quizá los K pensaban estatizar todo el comercio de granos, como lo había planteado el Partido Obrero durante la ‘crisis del campo'. Al final resultaba que la única reivindicación que se abría paso con la soja era la del partido al que algunos habían apodado ‘ni-ni' (ni con los sojeros de la Mesa ni con los sojeros del gobierno), pero que había visto más lejos que los otros. Si los accionistas del Citibank habían quedado reducidos a poseer nada más que el 26 por ciento del banco, a los sojeros les podía ocurrir algo peor. Pero los K ni en sus peores sueños pensaron en estatizar el comercio agrícola; ni siquiera Horacio Verbitsky, el león herbívoro, que dedicó el amplio espacio del que abusa en Página/12 los domingos, para asegurar que la mentada Junta no sería nunca algo que un capitalista australiano o canadiense no pudiera aceptar.

En consecuencia, el tema de las retenciones de la soja ha quedado en pie y la crisis como siempre. O no. Porque los sojeros ya entendieron que lo de ellos no puede pasar por una derogación o reducción de retenciones, que provocaría ‘ipso facto' un derrumbe fiscal (que igual está en marcha con esas retenciones). Que el asunto pasa por la devaluación del peso, aunque ésta también dependa de condiciones adecuadas. Fue precisamente el mensaje que mandó el Banco Central, precisamente en la semana de las negociaciones, cuando el dólar se fue de 3,56 a 3,65 -un 1,5 por ciento en cinco días hábiles. K y los sojeros han hecho lo que han podido, mientras los hamaca el derrumbe mundial. El gobierno, mediante concesiones crecientes, quiere llegar a abril, cuando la cosecha de soja comience a llegar a los puertos.

Nos pasamos de rosca

La Mesa de Enlace tampoco se fue resignada con los miles de millones de pesos que supo conseguir. Le dijo a la mismísima Presidenta que seguiría conspirando por medio del Congreso, donde pensaba enviar un proyecto de anulación de las retenciones. Aunque los terratenientes y capitalistas agrarios no pagan los impuestos, especialmente el inmobiliario rural, reclaman que las retenciones sean sustituidas por un adicional del impuesto a las ganancias. Con los precios internacionales cayendo, esta propuesta dormirá en la Comisión de Agricultura con la complicidad de todos los bloques.

De cualquier modo, en los días previos al martes de gloria con Cristina, la Mesa armó una "audiencia pública" en el Congreso, que no pasó de una encendida conferencia de prensa. El frente único de los sojeros sin mercado y de los políticos con pocos votos le cambió la perspectiva histórica al filósofo Mariano Grondona, quien en La Nación del domingo imaginó que se podía acabar con los K antes de octubre, mediante una votación sobre la soja en el Congreso. Grondona cometió un desliz de infidencia al poner de manifiesto esta conspiración. Sin embargo, pocos días más tarde, Francisco de Narváez, que tiene más plata que Grondona, estimó que con lo del Congreso "se habían pasado de rosca". Demasiada apuesta -habrá reflexionado el financista que le birló el predio de la Rural al Estado- para tan poca banca. Pero unos por la osadía y los otros por el temor, todos son concientes de que la crisis mundial habrá de sacudir todo el tablero de Argentina. En especial ahora, cuando se hunde el comercio mundial, cae el stock de crédito que financia el intercambio internacional y el flete de Cantón a Buenos Aires ha caído a cero; sí, a ce-ro.

Restauración Conservadora

Los plumíferos que trabajan para el gobierno han decidido ponerle garbo al afán del oficialismo por polarizar la situación política y las elecciones, y es así que han concebido una amenaza siniestra: la Restauración Conservadora de Macri, De Narváez, el salteño Romero y Carrió, que viene a aniquilar a la patria libre, justa y soberana reconquistada por el kirchnerismo. Otros, menos efusivos, como el historiador Galasso, se limitan a señalar la necesidad de no confundir los tantos y apuntar contra el "enemigo principal", que no es otro que la mencionada Restauración Conservadora. Si aceptamos este enfoque, el martes pasado la Presidenta se metió a armar un acuerdo por 500 millones de pesos (más el anterior por 1.300 millones) con el conservadorismo restaurador. Si piensan derrotar con estos métodos al gorilismo redivivo, el Tesoro se va a quedar sin plata antes de llegar a la meta. De paso cañazo, los progres Tumini, Cevallos, Castells, Aníbal Ibarra y hermana quedaron del lado equivocado de la barricada.

Este operativo ‘intelectual' es, sin embargo, más pérfido de lo que parece, porque la Restauración Conservadora es precisamente la que encarna el kirchnerismo. Ya en 2003 - y aún más ahora- , el jefe de la tropilla se jactó de que había devuelto autoridad al Estado, o sea eliminado a las masas de la calle, donde se habían mostrado pertinaces desde mucho antes del levantamiento popular de 2001. Rosa Luxemburgo resumió esta tarea en su frase, antes de caer asesinada: "El orden reina en Berlín" ¡y gobernaba la socialdemocracia! "Hemos devuelto su lugar a la política", decían tirios y troyanos, para aludir al Ejecutivo, el Congreso y la policía, en oposición al ‘aluvión zoológico' de los piqueteros. Se había restaurado a la burocracia sindical y, después de algunas piruetas, a los mismísimos intendentes del conurbano - lo más parecido al Ruggerito conservador de los años '30 y al pejotismo. Las patotas contra el Hospital Francés, contra el Subte o contra los trabajadores del Indec fueron la expresión del la restauración conservadora del oficialismo sindical. En el interior del país, los Blaquier, de Ledesma, o Seabord, del Tabacal, volvieron a reinar a fuerza de guardias blancas, como ‘antes de la crisis'. Los justicieros sociales han gobernado con el método histórico de la oligarquía agraria: la devaluación de la moneda. El bloque parlamentario de los sojeros se ha montado simplemente sobre la tarea iniciada y desarrollada por los K.

En política, el ‘enemigo principal' no es aquel que se gana las palmas de más reaccionario, porque no se trata de un enfrentamiento entre posiciones malas y menos malas, sino el que tiene el poder y goza de la confianza política de los explotadores. La lucha (nos referimos a la socialista) es siempre una lucha contra el poder. No es una lucha entre entelequias. El que ha tenido el poder y ha gozado de la confianza del gran capital es el kirchnerismo; si no el canje de la deuda externa no hubiera obtenido una aceptación del ¡85 por ciento! Naturalmente, la realidad es más complicada, y es así que al lado de los gobiernos constituidos y respaldados por los explotadores, hay situaciones de crisis políticas cuando esos gobiernos tienden a perder el apoyo de conjunto de los explotadores y sus opositores tienden a ganarlo. En Argentina, el kirchnerismo tiende a perder esa confianza pero la oposición no ha creado una alternativa sustitutiva. Declararla el enemigo principal porque está poblada por menemistas o porque reclama un acuerdo con el FMI, es olvidar que en el kirchnerismo son legión los alsogaraístas y que ya están negociando con el FMI, pero por sobre todo es considerar a la lucha política como una lucha contra entelequias y no contra el poder. En una crisis política, si la oposición pasa a conspirar con el apoyo de la gran burguesía, se convierte al mismo tiempo en nuestro enemigo principal, como ocurrió en 1955, '62, '66 y '76, sin que por eso debamos apoyar la línea política del degradado gobierno de turno. Los macaneos metafísicos sobre la Restauración Conservadora y el enemigo principal tienen como único propósito someter a los trabajadores a las directivas del gobierno capitalista de los K, que en este momento está trabajando para asegurar que la paz social no sea perturbada por los despidos, las suspensiones, las reducciones de jornadas y de salarios y de las prestaciones sociales.

Jorge Altamira

martes, 3 de marzo de 2009

LOS TRABAJADORES DAN UNA SALIDA A LA CRISIS


Sigamos el ejemplo del Subte, Indugraf y Massuh

Hasta hace muy poco, el gobierno aseguraba que por medio de "los recursos preventivos de crisis" se podían capear los despidos de trabajadores, con la expectativa de que los planes de obras públicas y los créditos de la Anses a algunos consumos reactivarían en poco tiempo la economía.

Con este argumento la burocracia sindical aceptó los despidos de trabajadores bajo contrato precario, las suspensiones de los de planta permanente y las reducciones de las horas de trabajo y de los salarios.

Se trataba de ‘pasar el verano', hasta -digamos- el 31 de marzo.

Pero la crisis, en lugar de amainar, se ha profundizado y los dineros del Estado se disipan en el bolsillo sin fondo de los capitalistas.

Las exportaciones han caído en picada y con ellas la recaudación de impuestos y los gastos sociales.

En lugar de compensar estos déficits entre los que más tienen, el gobierno impuso un tarifazo del 400 por ciento.

Con la misma finalidad se niega a bajar el precio de la nafta, por la que pagamos mucho más que el precio internacional del petróleo -que se ha derrumbado.
El tarifazo del gas es un hecho.

Los Carrió, los Reutemann y los Binner o Solá tienen otro plan: pedir el socorro del FMI y proceder de inmediato a la mega-devaluación del peso.

Mientras tanto, sus mandantes -los sojeros- siguen acaparando ocho millones de toneladas de la cosecha anterior, a la espera de que el dólar se vaya mucho más arriba de los cuatro pesos.

En estas condiciones, los despidos de trabajadores precarios, las suspensiones y las reducciones de trabajo y salarios no son un paréntesis dentro de la normalidad, sino el primer paso hacia el abismo.

¿Cómo podemos impedir que siga avanzando este plan mentiroso que se escuda en la ‘prevención de la crisis'?

Moyano y Yasky están discutiendo con el gobierno y las patronales la formación de un Consejo Económico y Social para co-gobernar en la crisis.

¿Pero es conveniente algo así para los trabajadores, cuando las patronales y el gobierno quieren el congelamiento de los salarios; las patronales y los sojeros piden la devaluación, y todos ellos se juntan para advertir que no pueden garantizar el derecho al trabajo?
Las patronales y el gobierno son parte del problema, no de la solución.

¿Qué Consejos podemos querer con la clase que ha llevado a esta crisis mundial enorme, como consecuencia de su propia tendencia irrefrenable a arrancar del trabajador el máximo beneficio privado para el capitalista?

Lo que necesitamos es otra cosa: un Congreso de trabajadores, para imponer las medidas que nos puedan sacar de la miseria social y de la destrucción del tejido industrial.

Se puede garantizar el pleno empleo nacionalizando a los bancos, el comercio exterior y la gran industria, para que sirvan a un plan de industrialización e infraestructura; por eso, que se nacionalice cualquier empresa que suspenda, despida o reduzca las horas de trabajo y los salarios.

Lo que acaba de ocurrir con el Subte, donde un plebiscito apabullante ha expulsado a la burocracia; lo que ocurre en Massuh e Indugraf, donde los obreros defienden sus puestos de trabajo y la continuidad industrial contra los patrones: esto demuestra que nuestro camino frente a la bancarrota capitalista pasa por asambleas, elecciones de delegados y un Congreso de trabajadores que asegure nuestro derecho al trabajo por medio de un plan de lucha y un plan para el país sobre otras bases sociales.

Al kirchnerismo no le queda nada

Eso de que abandonan el barco no alcanza para describir el derrumbe del kirchnerismo. Se le escapan los aliados por derecha y por izquierda. Los Ibarra, Tumini o Bonasso, ahora los Solá y los Reutemann, antes los Cobos. Los escapistas han intuido hace tiempo que la nave de la economía se le va de las manos al matrimonio oficial, y de a uno en fondo se van plegando a las presiones de los sojeros y grandes capitales de la banca y de la industria, que reclaman un giro económico y la firma de un acuerdo con el FMI. De este modo esperan respaldar una mega devaluación que les devuelva el ‘dólar alto' que los hizo tan felices bajo los K.
La renuncia de Reutemann al bloque oficialista en el Senado deja a los K sin presencia electoral (ni siquiera ficticia) en Santa Fe, cuando ya no la tienen tampoco en la Capital. Ahora habrá que esperar un poco para que el cordobés Schiaretti arranque para el mismo lado, para que el kirchnerismo pierda cualquier ficción de presencia política en Córdoba. La pretensión de ‘Néstor' de meter candidatos a diputados en esas provincias se ha esfumado; habrá que esperar un poco más para que el tsunami golpee a las provincias del NOA, aunque ya todo indica que perderá en Catamarca dentro de pocas semanas.

El gobierno ha tratado de reglamentar la economía para evitar una muerte súbita. Lo ha intentado, principalmente, con la estatización de las AFJP y el envío de inspectores al mercado de cambio. Pero estas medidas son insuficientes para detener el alud de la bancarrota capitalista mundial, y han sido usadas para el rescate del capital, no para proteger el desarrollo de las fuerzas productivas. Los recursos del país se van al pago de la deuda externa, a financiar a los bancos, a dilapidar el dinero de la Anses, a financiar el acaparamiento de ocho millones de toneladas de soja o los subsidios a corrales de engorde y frigoríficos, o a empresas de peajes y servicios, y a la corruptela y a la fuga de capitales. En medio de una crisis que el propio Obama definió como catastrófica, los Kirchner no han nacionalizado el comercio exterior ni los bancos, ni prohibieron sacar divisas. Han cortado por lo más delgado, apoyando suspensiones y despidos y la reducción de la jornada laboral y los salarios. Todo esto profundiza la recesión económica.

En estas condiciones, los sojeros y sus chirolitas políticos han adelantado un nuevo plan de ‘protestas' que, aunque lo niegan, debería terminar de nuevo en cortes de ruta. La iniciativa contra los K la sigue teniendo un sector del capital, no los trabajadores. En un determinado momento, la prensa se hizo eco de una supuesta intención del ‘campo' de no llegar a los extremos, alegando un temor ante la opinión pública por la crisis. Parecían insinuar que el derrumbe económico oficiaría de mediador para apaciguar un enfrentamiento y dejar libre de obstáculos el camino hacia las elecciones de octubre. Pero los movimientos en el banco o mercado de pases de los políticos podría sugerir que el lugar de los ‘enfrentamientos' podría ser ocupado por un golpe parlamentario o palaciego. Llevar a los K al FMI podría certificar su defunción política.

Nada indica, sin embargo, que no se vaya a un nuevo ‘sojazo' - algo así como a un Argentinazo de los sojeros (lo cual haría las delicias del PCR). El derrumbe mundial impactará con fuerza en las próximas semanas, lo que podría provocar una nueva ronda de especulación contra el peso, para lo cual es necesario un empalme con el ‘lock-out' de la patronal del campo, como ocurrió el año pasado.

El pasaje del kirchnerismo por la política argentina no ha dejado nada, ni siquiera un desprendimiento de izquierda. Luego de la crisis agraria del año pasado, la iniciativa no ha vuelto aún a la oposición patronal, pero es esta oposición la que tiene la iniciativa frente al gobierno, no la clase obrera, donde aún impera la confusión y donde la burocracia sindical conserva un margen relativo para frenar; porque cuando no se trata de un ‘gordo', opera un moyanista, y donde éste no tiene chances lo suplanta un yaskista, que puede ser reemplazado a corto plazo por un degenarista. En lo que hace a la izquierda, la bancarrota mundial no la ha homogenizado sino que ha acentuado sus divergencias de perspectivas y de tácticas. Salvo por excepción, nunca ha ocurrido de otro modo, históricamente. Las crisis acentúan las tendencias precedentes.

No es la hora para prepararse a una confrontación electoral a ocho meses vista, sino para levantar sobre la crisis una oposición de lucha y política de la clase obrera. La oposición de derecha podrá gozar de un momento fugaz de gloria, lo que no es para nada seguro debido a su enorme fragmentación, pero en todo caso sólo podrá agravar la crisis, porque de la mano del FMI no se puede esperar otra cosa. La perspectiva de conjunto favorece, como nunca antes en la historia, una lucha victoriosa para la causa del gobierno de los trabajadores y del socialismo.

Jorge Altamira